Por Beatriz Ramirez Betances
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http://www.bea.laacera.com/2010/01/el-arte-de-los-objetos-de-diario-mara.html
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A mí me parece que tiene todo el sentido del mundo que una poeta como Mara Pastor publique en una cartonera. Digo, todos pueden publicar en una cartonera, claro está. En el caso de Mara, la cosa es más estética, sin embargo.
Ah, pero no he explicado lo que es una cartonera. Bueno, las editoriales cartoneras son proyectos de bajo costo que utilizan el cartón, entre otros materiales reciclables, para construir el libro. Son editoriales que producen libros artesanales y baratos. Son una respuesta estética y política, y también económica, a la crisis crónica de las editoriales latinoamericanas y a la recesión de nuestros tiempos.
En Puerto Rico, Xavier Valcárcel y Nicole Cecilia Delgado son los fundadores de Atarraya Cartonera, la primera editorial cartonera de Puerto Rico. Tuve la oportunidad de hablar con Valcárcel en la presentación del poemario de Mara Pastor, Candada por Error, este pasado miércoles en la liberaría Tertulia. El libro fue publicado por Atarraya y Valcárcel estuvo en la presentación.
Las cartoneras son un fenómeno que surge a raíz de la crisis de Argentina del 2002. Su propósito fue doble: abaratar el costo del libro y emplear a los cartoneros. Los cartoneros eran (o son) personas que han recurrido a la recolección de cartón para venderlo como material reciclable y poder hacer dinero para subsistir.
Los libros se hacen a mano en su totalidad, así que cada uno es único, lo que le da un carácter adicional a su condición de objeto de arte. Por otro lado, el trabajo de los cartoneros se “eleva”, en cuanto a capital cultural se refiere. El privilegio de ese capital cultural que permite el flujo del económico, a una empresa como la de recoger cartón de la basura, me parece a mí bastante subversivo.
En Puerto Rico no hay cartoneros, claro está. Pero, dentro de la selección del cartón, de los sitios de donde se rescata ese cartón, hay una propuesta política también. Hay ciertas cadenas multinacionales, que venden objetos de capital cultural impreso, que contribuyen, sin saberlo, a la elaboración de los libros de Atarraya. En esta propuesta se incluye, claro está, el crear un libro accesible. Los obstáculos son muchos, pues el costo de producción y de distribución (si se escoge venderlos en un librería vs. de mano en mano, por ejemplo) atentan contra la propuesta de accesibilidad. Pero, nada, que ahí Valcárcel y Delgado se las apañan para mantener la cartonera fiel a su propuesta y accesible.
Allí en la presentación me enteré que se ensamblan los libros en la marquesina de la casa de Valcárcel. Éste nos invitó a que, cuando queramos, ensamblemos libros con él. Yo pienso ir con la trulla completa de mi casa, que se que a mi hija le va a gustar pintar y grapar los libros.
Pues Mara Pastor me parece ideal para comenzar la colección Pomos, de poesía joven, de Atarraya Cartonera. Tanto ella como las cartoneras hacen arte de lo aparentemente habitual. La magia que logra Pastor con sus palabras se basa en buscar el objeto más preciso, más concreto, el modificador más exacto y trastocar completamente la experiencia de su significado.
En la poesía Pastor uno huele con las manos, y oye con los ojos. No hay una experiencia sensorial única y exacta, sino que todas se mezclan confundidas y el significado de lo que estábamos leyendo se convierte en otra cosa. El sentido de su mensaje se encuentra precisamente en la tensión entre lo que se quiere decir y lo que se entiende.
Es difícil explicarlo. Es una experiencia completa, donde se encuentra uno con objetos familiares, cotidianos, como un bicicleta, una media, una muñeca rota, y de repente estos cobran otras características, son otro cosa. Lo más curioso es que tienen sentido total, que ese trastocamiento se torna normal.
Son como el título de su poemario. Candada es una palabra rara; candar es un verbo que no se usa, por lo menos no aquí. Suena a error, a candado mal escrito. Sin embargo, cuando uno lo piensa, lo investiga, lo lee y lo relee, no se puede pensar en otro título con más sentido. Es más, hasta da a pensar que es extraño que no se use más ese verbo, tan común que es, o que se siente luego de experimentar el poemario.
La experiencia de la presentación fue muy placentera. Luego de la introducción a Atarraya Cartonera, el poeta Néstor Barreto presentó el libro de Pastor. Su introducción fue muy apta, su lectura de varios poemas me confirmó mi sentir cuando los leí, en muchos casos, en otros me invitó a releerla. Fue un buen ejemplo del diálogo que se puede establecer con el libro.
Al final, Mara Pastor leyó de su poemario. Ella es, además de buena escritora, una recitadora exquisita. Hay una seducción sutil en su forma de declamar que te arrebata poco a poco. Eso logra que te creas todo lo que dice y que aceptes toda la experiencia sensual de extrañeza sin ningún “pero”.
Su poemario es, en conclusión, uno de esos textos que no se agotan. De esos que, cuando vienes a ver, te dejan candada sin que lo percibas.
Ah, pero no he explicado lo que es una cartonera. Bueno, las editoriales cartoneras son proyectos de bajo costo que utilizan el cartón, entre otros materiales reciclables, para construir el libro. Son editoriales que producen libros artesanales y baratos. Son una respuesta estética y política, y también económica, a la crisis crónica de las editoriales latinoamericanas y a la recesión de nuestros tiempos.
En Puerto Rico, Xavier Valcárcel y Nicole Cecilia Delgado son los fundadores de Atarraya Cartonera, la primera editorial cartonera de Puerto Rico. Tuve la oportunidad de hablar con Valcárcel en la presentación del poemario de Mara Pastor, Candada por Error, este pasado miércoles en la liberaría Tertulia. El libro fue publicado por Atarraya y Valcárcel estuvo en la presentación.
Las cartoneras son un fenómeno que surge a raíz de la crisis de Argentina del 2002. Su propósito fue doble: abaratar el costo del libro y emplear a los cartoneros. Los cartoneros eran (o son) personas que han recurrido a la recolección de cartón para venderlo como material reciclable y poder hacer dinero para subsistir.
Los libros se hacen a mano en su totalidad, así que cada uno es único, lo que le da un carácter adicional a su condición de objeto de arte. Por otro lado, el trabajo de los cartoneros se “eleva”, en cuanto a capital cultural se refiere. El privilegio de ese capital cultural que permite el flujo del económico, a una empresa como la de recoger cartón de la basura, me parece a mí bastante subversivo.
En Puerto Rico no hay cartoneros, claro está. Pero, dentro de la selección del cartón, de los sitios de donde se rescata ese cartón, hay una propuesta política también. Hay ciertas cadenas multinacionales, que venden objetos de capital cultural impreso, que contribuyen, sin saberlo, a la elaboración de los libros de Atarraya. En esta propuesta se incluye, claro está, el crear un libro accesible. Los obstáculos son muchos, pues el costo de producción y de distribución (si se escoge venderlos en un librería vs. de mano en mano, por ejemplo) atentan contra la propuesta de accesibilidad. Pero, nada, que ahí Valcárcel y Delgado se las apañan para mantener la cartonera fiel a su propuesta y accesible.
Allí en la presentación me enteré que se ensamblan los libros en la marquesina de la casa de Valcárcel. Éste nos invitó a que, cuando queramos, ensamblemos libros con él. Yo pienso ir con la trulla completa de mi casa, que se que a mi hija le va a gustar pintar y grapar los libros.
Pues Mara Pastor me parece ideal para comenzar la colección Pomos, de poesía joven, de Atarraya Cartonera. Tanto ella como las cartoneras hacen arte de lo aparentemente habitual. La magia que logra Pastor con sus palabras se basa en buscar el objeto más preciso, más concreto, el modificador más exacto y trastocar completamente la experiencia de su significado.
En la poesía Pastor uno huele con las manos, y oye con los ojos. No hay una experiencia sensorial única y exacta, sino que todas se mezclan confundidas y el significado de lo que estábamos leyendo se convierte en otra cosa. El sentido de su mensaje se encuentra precisamente en la tensión entre lo que se quiere decir y lo que se entiende.
Es difícil explicarlo. Es una experiencia completa, donde se encuentra uno con objetos familiares, cotidianos, como un bicicleta, una media, una muñeca rota, y de repente estos cobran otras características, son otro cosa. Lo más curioso es que tienen sentido total, que ese trastocamiento se torna normal.
Son como el título de su poemario. Candada es una palabra rara; candar es un verbo que no se usa, por lo menos no aquí. Suena a error, a candado mal escrito. Sin embargo, cuando uno lo piensa, lo investiga, lo lee y lo relee, no se puede pensar en otro título con más sentido. Es más, hasta da a pensar que es extraño que no se use más ese verbo, tan común que es, o que se siente luego de experimentar el poemario.
La experiencia de la presentación fue muy placentera. Luego de la introducción a Atarraya Cartonera, el poeta Néstor Barreto presentó el libro de Pastor. Su introducción fue muy apta, su lectura de varios poemas me confirmó mi sentir cuando los leí, en muchos casos, en otros me invitó a releerla. Fue un buen ejemplo del diálogo que se puede establecer con el libro.
Al final, Mara Pastor leyó de su poemario. Ella es, además de buena escritora, una recitadora exquisita. Hay una seducción sutil en su forma de declamar que te arrebata poco a poco. Eso logra que te creas todo lo que dice y que aceptes toda la experiencia sensual de extrañeza sin ningún “pero”.
Su poemario es, en conclusión, uno de esos textos que no se agotan. De esos que, cuando vienes a ver, te dejan candada sin que lo percibas.
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